Alfonso García
Periodista
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Se clausuró FITUR
hace varias semanas y, como casi siempre, pasó sin pena ni gloria para la
ciudad de Toledo. Eso sí, no faltaron los viajes a Madrid, las fotos y posados
en el stand de las principales autoridades. A Emiliano García-Page y Milagros
Tolón se les llenó la boca glosando sobre las bondades de la Ciudad Patrimonio
de la Humanidad. Incluso la alcaldesa
presentó un eslogan que hasta puede resultar muy atractivo para la campaña
turística de 2020: «Toledo Patrimonio de los Sentidos. Experiencias con
Historia». Qué bonito si fuera verdad o, al menos, si se lo creyera un
poco.
Pero no. Ni la alcaldesa
ni el presidente de la Junta creen ni media en Toledo como Patrimonio ni, mucho
menos, como enclave histórico. Sí, en cambio como negocio. Solo hay que
ver el descontrol cromático y el pastiche de establecimientos del Casco.
Sistemáticamente desde hace años se ha convertido en un parque temático en
honor al mal gusto que, de las Ciudades Patrimonio españolas, solo Toledo
exhibe sin pudor y con total desorden administrativo. Y sin visos de que eso
vaya a cambiar.
Si lo tangible de la
ciudad de Toledo es el Casco y está como está por la despreocupación de las
autoridades, no debe sorprendernos el abandono y desprecio con el que llevan
años tratando un territorio, si acaso, menos perceptible pero, sin duda, tan
evidente como valioso: la Vega Baja.
Es cierto que la Vega
Baja ha sido un espacio problemático, si por ello entendemos la cantidad de
barbaridades urbanísticas y de uso -algunas de ellas promovidas o consentidas
por las diferentes administraciones-, que se han llevado a cabo en décadas
sucesivas. A su alrededor siempre se ha dado un denominador común: la desidia
de los gobernantes en su gestión. El penúltimo atentado contra esta superficie
-a punto de repetirse- se intentó perpetrar en 2006 cuando se anunció la
construcciones de más de mil viviendas. No solo se anunció, sino que llegaron a
entrar las excavadoras. Como testigos mudos de aquello permanecen profundas
zanjas y enormes colectores de hormigón abandonados.
Fueron necesarias
movilizaciones sociales -las menos- y mediáticas -las más- para que la Junta de
Castilla-La Mancha, presidida entonces por José María Barreda, declarara el
territorio de la Vega Baja de Toledo Bien de Interés Cultural (BIC). Para
ser honestos, tampoco es que el expresidente tuviera mucho interés en paralizar
las promociones en los terrenos colindantes a la antigua Fábrica de Armas.
Simplemente quería quitarse el marrón de encima. Lo más probable es que la
calificación BIC no se habría aprobado sino hubiera sido porque, en paralelo,
también saltaron sospechas sobre la adjudicación del PAU El Quiñón de Seseña,
el residencial del Pocero, Francisco Hernando. Dos frentes abiertos y muy
incómodos -especialmente el de la Vega Baja- de los que se hicieron eco
determinados medios de comunicación toledanos -La Tribuna destacadamente- y que
llegaron a la prensa nacional de manera contundente en El País.
Tampoco esto último fue
casualidad. La ayuda -podemos llamar loby- de la Real Fundación
Toledo, dirigida entonces por Gregorio Marañón, vinculado al grupo PRISA, fue
fundamental y sus contactos en Casa Real y en el gobierno de José Luis
Rodríguez Zapatero fueron del todo determinantes para desactivar la
construcción de cientos de viviendas en la Vega Baja. Finalmente se logró la
paralización urbanística con la apatía de la Junta, a pesar de los fastos
propagandísticos incluidos para la ocasión y con gigantesco disgusto para el
Ayuntamiento de Toledo, presidido entonces por José Manuel Molina, que más que
defensor del Consistorio lo parecía de los promotores.
Declarado el BIC, se
establecieron –sin entrar en detalles de sobra conocidos- las permutas y
contraprestaciones correspondientes con los promotores para liberar a la Vega
Baja del ladrillo. Los damnificados acataron pero nunca acabaron de
interiorizar la decisión. No es lo mismo construir en la Vega Baja que en el
Polígono o en cualquier otro lugar alejado del Casco. Realmente era un
pelotazo.
A todo esto, un amplio
sector de la sociedad toledana -salvo una minoría comprometida- miraba de
perfil, cuando no solidario con aquellos que se iban a quedar sin viviendas a
corto plazo. Al fin al cabo, nadie -ni medios de comunicación ni arqueólogos-
supo tocar la fibra de los toledanos y explicar comprensiblemente lo que
esconde la Vega Baja y su potencial. También es posible que los ciudadanos de
Toledo estén hartos de tanta restricción que acarrea la historia y el
patrimonio, a pesar de que muchos vivan de ello.
Una vez desalojada la
piqueta y declarado BIC el territorio, a las instituciones –Junta y
Ayuntamiento, presidido ya por Emiliano García-Page- no les quedó más remedio para
salvar la cara que inventarse una empresa semipública que dio en llamarse
Toletum Visigodo y a la que se le dotó de un notable presupuesto. Pero era un
espejismo. En realidad, más que espejismo era una trampa. Un engaño
para que el alcalde pudiera inaugurar obras que nada tenían que ver con la
arqueología.
La Sociedad, cuyo
presidente del consejo de administración era el alcalde, nació bicéfala por
orden e interés de García-Page y con el consentimiento de la Junta: dos
administradores para dos cometidos completamente diferentes e, incluso,
antagónicos. Del mismo modo que desde una parte se acometían y se
divulgaban los trabajos de excavación en el yacimiento de la Vega Baja, se ordenaba
el entorno del Circo Romano y se mejoraba la urbanización de los viarios de la
zona; desde la otra parte de la bicefalia se destinaban las principales
partidas presupuestarias de la Sociedad a acometer el acceso a Toledo por el Nudo
Norte. Necesario sin duda, pero sin ninguna razón objetiva para que su ejecución fuera cargada a los
presupuestos de Toletum Visigodo. La obra acumuló numerosos retrasos y elevados
sobrecostes por lo que llegó a agotar los recursos de Toletum Visigodo e
impedir que continuara trabajando en lo que debía ser su verdadera
naturaleza: la excavación del yacimiento arqueológico. Qué
casualidad. En la plaza del Consistorio eran conocedores y
consentidores de las ampliaciones presupuestarias del Nudo Norte. Jamás se ha
realizado una auditoria. Ni se hará.
Todo ello puede darnos
una idea de la implicación y compromiso que desde 2008 hasta hoy ha tenido
Emiliano García-Page con el yacimiento visigodo de la Vega Baja. Entonces como
alcalde y hoy como presidente de la Junta. Entonces y ahora, ninguna. Le
sobra la Vega Baja. Exactamente lo mismo que a la actual alcaldesa, Milagros
Tolón. Los dos están consintiendo, por acción y omisión, con sus ambiguas
declaraciones y sospechosos silencios, que la Vega Baja vuelva a ser pasto de
los depredadores inmobiliarios. Lo más sorprendente es
que a pesar de que el yacimiento se cerrara en el lapsus de tiempo que María
Dolores de Cospedal ocupó el Palacio de Fuensalida, no hubo en ese periodo
ningún intento por parte de los especuladores urbanísticos para resucitar un
proyecto que, oficialmente, estaba muerto.
Resulta inquietante que
haya sido ahora, con gobiernos socialistas en la Junta y en el ayuntamiento de
Toledo, cuando los empresarios del ladrillo quieran volver a hincar los dientes
de las excavadoras en la Vega Baja. Simplemente, y no es poco, porque han visto
la luz. O peor, porque García-Page y Tolón les han dejado verla y les han
abierto la puerta.
De lo contrario no se
entiende que las declaraciones de dos toledanos de pro -de la máxima “toledanía”-,
el presidente de FEDETO, Ángel Nicolás: “Que el siglo V no nos
impida vivir en el siglo XXI” y su lugarteniente en
la organización, Manuel Madruga: “Solo hay cuatro zanjas y dos
monedas“, no obtuvieran una respuesta contundente por parte de los
responsables políticos. Silentes el presidente y la alcaldesa.
Sospechoso. De hecho, el sueño de
García-Page como alcalde, era levantar un “El Corte Inglés” en la Vega Baja; el
de su relevo, Milagros Tolón, es alzar el Cuartel de la Guardia Civil. Y muchas
viviendas, por supuesto.
Como políticos que son,
de modo singular en el caso del presidente de la Junta, están acostumbrados a
escuchar lo que quieren, hacer oídos sordos de lo que no les interesa y
mantenerse inmóviles ante las críticas. Esa es su estrategia, la misma
que utilizaba don Tancredo en la plaza de toros. Por eso, el hecho de que
prestigiosas instituciones nacionales e internacionales les saquen los colores
por su desidia no les importa. Tienen respuesta para todo. Recientemente, al
presidente García-Page no le tembló la voz cuando, delante del ministro
de Cultura dijo que iba a ordenar hacer una “radiografía de todo el
perímetro” para “definir dónde y qué restos hay” mediante
un “estudio exhaustivo” de Vega Baja con “alta
tecnología”.No quiere acordarse que
cuando era presidente del consejo de administración de Toletum Visigodo
autorizó la realización de diferentes estudios, uno de ellos a través de una
prospección geofísica, que determinaron la radiografía del espacio. Es mejor
que no se gaste el dinero en algo que ya existe y si no tiene en su poder esos
informes, no se acuerda de su existencia o los ha perdido, un servidor se lo
ofrece gustosamente. O lo puede consultar en este sitio.
Es curioso que -y esta es
otra historia-, mientras uno (Page) es antisanchista proclamado y
la otra (Tolón) sanchista convencida, en una cosa
están de acuerdo: acabar con la Vega Baja como espacio patrimonial y
paisajístico. De acuerdo con las anteriores declaraciones de García-Page, Tolón
también se mostró conforme en que “todo lo que se haga” en
la zona de Vega Baja “llevará los estudios pertinentes” y
será supervisado por el Ministerio de Cultura.
Le sugiero lo mismo a la
señora alcaldesa. No se gaste los cuartos. El ayuntamiento tiene toda la
documentación, el ministerio también desde hace años y recientemente esta
plataforma se la ha hecho llegar corregida y aumentada. Igualmente se podría
haber ahorrado el informe sobre la Vega Baja encargado –según publicó la prensa
toledana y que todavía no consta que haya visto la luz-, a Joan
Busquets. Debería saber la señora alcaldesa que ya existe un PlanDirector del que pueden echar mano. Y si su antecesor no se lo dio, o no lo
encuentra, un servidor se lo puede suministrar, si bien en esta página está a
disposición de todos los interesados.
Ese Plan Director examina
el pasado y presente y propone actuaciones sobre el territorio y el paisaje de
la Vega Baja. Cuando las conclusiones del estudio se le entregaron al entonces
alcalde, García-Page, volvió a ponerse de perfil. Siempre le pareció una
exageración –y así lo defendía en determinados círculos- que toda la cuña de la
Vega Baja se reservara para yacimiento cuando, a su juicio, solo era necesario
preservar apenas un 30% de la superficie para campo arqueologico y el resto
–sin ningún criterio científico por su parte-, destinarlo, como no, a la
construcción de viviendas y, por supuesto, al mencionado “El Corte Inglés”. La
Vega Baja fue para él, y lo sigue siendo, un atolladero. Algo en lo que jamás
creyó. Como Manuel Madruga solo veía cuatro piedras y mucho barbecho en el que
se podía construir.
La importancia de lo que
supone el patrimonio paisajístico en una ciudad como Toledo es tan indiscutible
que sorprende – o no- la cortedad de miras de nuestros gobernantes. Numerosos
estudios e informes de prestigiosas personalidades e instituciones culturales y
científicas dan fe de su magnitud sobre todo cuando se es Patrimonio de la
Humanidad. En esta web pueden encontrar contenidos sobre esta materia
extraordinariamente documentados, por lo que será un aspecto en el que no me
detendré, pues, como queda dicho, la documentación existente sobre este asunto
es extraordinariamente clara y concluyente. Lamentablemente –como tantas cosas
relativas a la Vega Baja- no ha tenido receptividad ni en la Plaza del
Consistorio ni en el Palacio de Fuensalida. Menos aun entre la organización de
empresarios. Ya sabemos lo que piensan. Y lo peor, ya sabemos lo que quieren
hacer.
Pero lo que me ha
resultado especialmente llamativo es el silencio que, durante años, ha
mantenido la Real Fundación Toledo. En otro tiempo beligerante con las
actuaciones que llevaba a cabo Toletum Visigodo, apenas ha levantado la voz en
la última década de abandono de la Vega Baja. Pero lo peor no ha
sido su silencio. Acaso más preocupante ha sido su posición equivoca e
indeterminada en numerosas ocasiones. No menos sorprendente es
el papel que ha jugado la prensa, otrora vehículo del movimiento social contra
la urbanización y después divulgadora de los trabajos arqueológicos
llevados a cabo en el yacimiento. En la actualidad, también
silencio. Salvo La Tribuna de Toledo que lleva en su ADN la defensa de la Vega
Baja, los demás medios de comunicación de la capital de Castilla-La Mancha en su mayoría muestran el mismo perfil plano
que la RFT. No explicaré los motivos pues son perfectamente conocidos y tienen
mucho que ver con la publicidad institucional. Por la parte que me
corresponde –como exjefe de prensa de Toletum Visigodo y a pesar de
que obtuvimos importantes logros divulgativos y seguimiento en los medios-
también debo asumir la responsabilidad por no haber logrado hacer calar la
importancia que supone este territorio para Toledo. Responsabilidad que también
hago extensiva a los arqueólogos, a veces demasiado celosos de su trabajo.
De nuevo, la defensa y la
supervivencia de la Vega Baja va a depender de los medios de comunicación. De lo
que haga el diario La Tribuna y lo que desde esta plataforma seamos capaces de
difundir para hacer entender a autoridades, empresarios y, sobre todo, a
los ciudadanos de Toledo la importancia de ese enclave. Y, por
supuesto, también volverá a depender de El País. Afortunadamente -como Barreda
en 2006-, García-Page y Tolón se ponen muy nerviosos cuando leen una información
negativa sobre su gestión en este asunto. Pies de barro. Y aunque hablen y
hagan declaraciones, la realidad es que sus palabras son hueras. Son, en
definitiva, un sospechoso silencio sobre el futuro que tienen en mente para la
Vega Baja. Nada halagüeño.
Cierto es que en la Vega
Baja no vamos a encontrar el Coliseo, ni siquiera unas edificaciones como las
de Recópolis, pero sí una traza urbanística y
constructiva que, por lo que ya ha aflorado, es única en Europa y puede
despejar muchas incógnitas sobre esta materia. Sin embargo a nadie parece
importarle. Hoy sigue siendo un yermo. Peor aún, las estructuras que
afloraron en las excavaciones que se llevaron a cabo desde 2006 corren serio
peligro de que desaparezcan debido a su progresivo deterioro por la falta de
conservación.
Cualquier ciudad se
sentiría orgullosa de albergar la sede de la Urbs Regia. Toledo y
sus gobernantes parece que no. Lo verdaderamente
sorprende es que una Ciudad Patrimonio de la Humanidad –Toledo lo es desde 1986-
se permita mantener una cicatriz de semejante envergadura que enseña las
vergüenzas de García-Page y Tolón sin que ninguno de los dos se haya sonrojado.
Una cicatriz que la quieran suturar con ladrillo y no con
cultura. Mientras, la mayoría guarda silencio.
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