La inauguración

La inauguración de un nuevo hospital es un motivo de alegría y felicitaciones. La sanidad pública, gratuita y universal, es uno de los mayores y mejores logros de una sociedad avanzada. El Hospital Universitario de Toledo, es un hecho. Era una necesidad, en una ciudad en la que las instalaciones hospitalarias existentes son antiguas, están masificadas y se encuentran dispersas. Es justo reconocer que el dinero público ha sido utilizado de forma correcta para cubrir una necesidad social, que para eso deben servir los impuestos. 

Asamblea informativa promovida  por la 
Asociación de Vecinos, en Noviembre de 2019

Veinte años ha tardado en hacerse realidad. Sería de esperar que, con el tiempo que se ha tenido, fuera una obra perfecta a la que no faltara ni un detalle. Sin embargo, tantos años han propiciado que hayan pasado unos cuantos gobiernos, de distinto signo político, que han querido dejar su huella ideológica, y que la obra, además, se haya visto afectada por la crisis económica desde 2008. Como consecuencia, en lugar de existir un plan único para llevar a buen puerto el proyecto, se han producido adiciones, eliminaciones y modificaciones continuas, además de giros en el modelo de gestión deseado (público, privado, público-privado). Esta ausencia de un criterio fijo, y vaivenes, han tenido un coste importante, en términos de demoras y encarecimiento, y una sensación final para la ciudadanía, de improvisación.

No hace falta ser un lince para ver los problemas y errores de bulto, incomprensibles en tan largo plazo de ejecución. 

La obra ha tenido tres proyectos distintos. El proyecto inicial, de Barreda, fue recortado de forma drástica por Cospedal, por "megalómano". El proyecto finalmente construido ha supuesto una importante disminución de la edificación prevista inicialmente. Además, algunas de las estructuras ya ejecutadas durante las primeras fases fueron demolidas, y otras, a pesar de que exteriormente han sido maquilladas dándoles aspecto de acabadas, no serán utilizadas.

Artículo en La Tribuna de Toledo del 17-01-2015, "El PSOE no dará licencia al hospital si el Sescam no soluciona el tráfico"

Sin duda, uno de los problemas más graves que han quedado sin resolver es que el hospital carece de los accesos necesarios para permitir una llegada y salida fluida de los usuarios. Sin contar con el riesgo de que las ambulancias de emergencia, policía o bomberos queden bloqueados; los enfermos, y personal sanitario, pueden llegar tarde a sus trabajos, consultas y/o tratamientos; el tiempo para la visita al hospital se alargará agotando un poco más a los enfermos; y los vecinos y otros trabajadores del barrio,  experimentarán con más frecuencia los atascos que ya sufren en la actualidad viendo cómo, en lugar de solucionar el problema, se agrava aún más. Esa imagen de improvisación queda claramente reflejada en que, a pesar de haber tenido veinte años para diseñar y ejecutar los accesos necesarios, no se ha hecho, y a última hora nadie quiere hacerse cargo del problema, aún gobernando partidos del mismo signo político en las distintas administraciones, y en lugar de afrontarlo y solucionarlo, no dejan de arrojarse la patata caliente unos a otros (¿tal vez reflejo de otros problemas de fondo, inconfesables, relacionados con rencillas y lealtades políticas?).

Uno de los últimos atascos producido en la N-400. 
De la página de la AA.VV. el Tajo


Otra cuestión no resuelta es la de los aparcamientos. Los construidos en el hospital parece que serán de pago. El entorno carece de plazas suficientes gratuitas para absorber el número de vehículos que se esperan, y, por lo tanto, los existentes actualmente, que sirven a los habitantes de viviendas próximas, o a los trabajadores de las consejerías y otras instalaciones cercanas,  se verán afectados gravemente. Probablemente la cuestión terminará con la rentabilización de los espacios públicos por parte del Ayuntamiento mediante la implantación de la zona azul, peaje del que hasta ahora nos habíamos librado en el barrio. Había espacio en los alrededores para crear más plazas gratuitas pero no se ha hecho nada. Mientras, a unos pocos kilómetros, la administración local adjudica la construcción de un macro aparcamiento encima del yacimiento arqueológico de Vega Baja, gastando una considerable suma de dinero, en algo que, en poco tiempo, va a dejar de tener sentido, cuando el actual hospital Virgen de la Salud, deje de funcionar.

La apariencia de infraestructura inacabada queda claramente evidenciada porque, en la zona sur, en el límite del hospital con la Vía Tarpeya, el espacio sigue en el mismo estado que hace cuarenta años: sin aceras y sin iluminación. Allí se sigue trabajando en la subestación eléctrica del hospital, y,  al parecer, la línea del suministro eléctrico necesario no está instalada, y su ejecución puede demorarse varios meses o incluso un año.

A estos flecos, cabe añadir otros, digamos externos. Está claro que una instalación sanitaria moderna y amplia es deseable, y totalmente necesaria para garantizar nuestra salud, pero más primordial es prevenir, o evitar que los vecinos enfermen. No parece muy sensato inaugurar uno de los hospitales más avanzados y grandes de Europa en un barrio en el que las administraciones no se han puesto de acuerdo para eliminar uno de los mayores depósitos de amianto, material cancerígeno enterrado a pocos metros de las viviendas de los vecinos. Las cosas tienen un orden, y lo primero es lo primero, retirar ese contaminante debería haber sido prioritario, y está claro que no lo ha sido, ni lo es, cuando se pretende enterrar todo ese material tóxico en el cauce y laderas de un arroyo, trasladando así el problema al futuro, a nuestros hijos. Colocar un hospital al lado de un cementerio de amianto cancerígeno no parece ser muy estético, ni saludable, salvo que la justificación para no eliminar el amianto sea que los ciudadanos pueden estar tranquilos, porque si contraen un mesotelioma, tendrán la absoluta garantía de que serán estupendamente tratados en el nuevo hospital.

En cuanto a la "inauguración ", fue curioso ver el trajín de la semana anterior a la inauguración, con operarios afanados aquí y allí, o colocando a toda velocidad las farolas de la zona norte, con la clara intención de minimizar el aspecto de cosa inacabada, en la ruta que debía seguir el monarca inaugurador.

El acto en sí, fue claramente un acto de propaganda que el gobierno regional trató de disfrazar de "visita" real, tal vez para dar juego para futuros actos inaugurales, como si ya no hubiera habido bastantes. Todo un despropósito, porque al día siguiente, el hospital, aunque se pusiera el atrezo del supuesto traslado ya efectuado de un servicio de rehabilitación, seguirá cerrado y sin actividad, y el traslado y funcionamiento definitivo llevará su tiempo.

No parece que la oportunidad o momento de la inauguración haya sido el más adecuado. En plena pandemia de COVID19, con la ciudad en fase III, restaurantes cerrados, aforos limitados, y prohibidas las reuniones de más de seis personas, los ciudadanos hemos podido comprobar, sin lugar a dudas, cómo esas medidas de emergencia son para unos pero no para otros. En ese contexto puede calificarse de "indecente" el desfile de autoridades, jefes, directores, secretarios, consejeros, asesores, coordinadores, y demás fuerzas vivas (es raro, pero dado los mimbres de estos gobernantes nuestros eché en falta la mano bendecidora del arzobispo, repartiendo agua bendita con el hisopo a diestro y siniestro), que todos pudimos ver apelotonarse en una de las escaleras de acceso, durante la procesión inaugural. Después de  una demora de veinte años, no puede explicarse el motivo de tanta urgencia, en un momento tan delicado, cuando el resto de ciudadanos estamos intentando arrimar el hombro para parar este grave problema sanitario. Estos servidores públicos pagados con nuestros impuestos, se permiten el lujo de inaugurar un hospital, por que sí, porque les da la gana, saltándose todas las restricciones sanitarias que ellos mismos nos han impuesto por nuestro bien. Al resto, a los ciudadanos de a pie, nos mandan a la policía para que nos sancionen, mientras ellos la utilizan para protegerse de nosotros, cuando claramente estaban incumpliendo sus propias leyes. En el entierro de mi padre no pudimos estar más de 10 personas, y eso fue en septiembre. Muchos familiares no pudieron asistir.  Ahora, nuestros jerarcas han decretado que no se permiten reuniones de grupos de más de 6. Y ahí estaban ellos, porque lo valen ¡Juzguen ustedes mismos! ¿No es para cabrearse?

Miembros de la AA.VV. el Tajo, y "Mi Barrio sin amianto", a las puertas del hospital el día de la "Inauguración"

Con estos modos, en lugar de una fiesta popular llena de alegría y felicidad, disfrutada por todos, sin ideologías y partidismos, que es lo que debería haber sido, hemos tenido una inauguración pálida, elitista, alejada de los ciudadanos. Un remate de obra en línea con la historia del proyecto y ejecución del hospital, digno, sin duda, de las actitudes de la clase política, que por algo se están convirtiendo en uno de los principales problemas de los españoles.

Nota: Minutos antes de publicar este artículo me encuentro con una fotografía publicada por el arzobispo en su facebook, en la que también aparece en la inauguración. Así pues, rectifico, "el arzobispo, si estuvo", aunque no se le ve utilizar el hisopo...


Isabelo Sánchez Gómez



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