Contestando al Sr. Morín


Es más que probable que D. Jorge Morín (en adelante D. J.M o Sr. M) sepa –o no- que una crónica es un género literario en que el autor se erige poco menos que en notario para dar cuenta de lo que se observa y acaece a su alrededor con la fidelidad con que el referido notario levanta su acta. Y digo que probablemente lo sepa porque demuestra en su artículo “No disparen al pianista” (La Tribuna, 28 de julio de 2020) saber mucho: sabe cuáles son mis preocupaciones sociales y cuáles no; también, de lo que me quita el sueño, y de las atrocidades socioeconómicas y atropellos albañileriles que no me inmutan… Y yo le respondo que todas ellas me inquietan, me indignan y por ellas protesto y me duelo, incluso por la mierda que ya no puede arrastrar el Tajo, ¡de tanta!, que al Sr. M parece no afectarle, pues nada argumenta al respecto. Y todos estos atropellos sociales, políticos y económicos, vengan de donde vinieren, aderezados por aquel decir de la ministrilla del “psoe” que afirmó, a bombo y platillo, que “el dinero público no es de nadie”, me duelen porque estoy comprometido con la hora en que me ha tocado vivir y porque he tenido siempre en más, en mucho más, lo común que lo propio. Y este desasosiego cívico y comprometido ya se me despertó en mi primera juventud, azuzado, luego, cuando estudié el “Me duele España” de la generación “del 98” que, quizá, también haya estudiado –o no- el Sr. M. Y me duelen esos dos bloques que hablan de la extensión del barrio de Santa Teresa, ¡anunciadores “y que” de otros dos bloques más!, como me dolió la construcción de la Consejería de Fomento, y los aparcamientos, y que los trabajos de arqueología realizados en toda esta zona, y que sus hallazgos e importancia no se hayan difundido entre el común, y que se quiera construir en la Peraleda y en los alrededores del Cristo de la Vega, y el posible cuartel de la Guardia Civil, como si importara la comodidad de la Benemérita… El secretismo del Ayuntamiento también me duele porque algo nocivo ha de esconder. Y todo ello lo critico, y mucho más -el Puy de Fou, el montaje del Polo en Santa Fe y el abandono del museo de Santa Cruz, etc.-, de manera libre y liberal. Y admito la crítica, como han de admitirla los arquitectos, que se consideran dueños de la ciudad y de la razón absoluta, ¡y no digamos los políticos!, y los arqueólogos, y los escritores y cada quisque… “¡Libre soy. Mío es el mundo…”, asegura un personaje de Espronceda, que conocerá también el Sr M –o no-.


Pero vengamos a su difuso y charlatán artículo, aunque comparto su crítica al Ayuntamiento por su secretismo entorno a la Vega Baja y por el abandono al que ha relegado estos descampados tan históricos... Dice el Sr. M –intentando responder a mi artículo “Por la senda de los cinco arquitectos… (ABC, 18 de julio de 2020)- que pongo en boca de rústicos aldeanos “una serie de falsas afirmaciones, fácilmente rebatibles”, pues ha tenido una oportunidad de oro para evidenciarlas y demolerlas, pero en este aspecto se ha quedado a la luna de Valencia. Qué me va a rebatir: ¿el coste de la senda?, ¿el número de arquitectos, cinco, que es lo que se critica en mi artículo en el decir de aquellos “rústicos” (un médico, una maestra, etc.) y en el mío propio…? ¿El coste de la plantación de las moreras? ¿Me va a rebatir que se ha construido sobre un yacimiento arqueológico de primerísima magnitud?, ¿Que se ha hecho la senda sin obedecer a algún plan global sobre Vega Baja?, ¿Que se interrumpió el curso “ecuestre” (García Lorca para información del Sr. M, aunque quizá lo sepa –o no-) de la senda porque lo zancadilleó la ocurrencia de levantar por esos aledaños un cuartel de la Guardia Civil?, ¿Que intenta continuar la senda hasta le verita del río para que la ciudad de Toledo disfrute de las saneadas riberas desde cómodas viviendas? ¿Me va a desmentir el Sr. M que esos dos ventanucos abiertos en la senda no enseñan todos los restos arqueológicos existentes debajo de los alcorques senderiles? No me he inventado nada. Tengo en mi mesa de trabajo varios artículos que avalan mi decir y el Proyecto de la senda que se extiende, casi, por cuatrocientas páginas, más lo que vi y oí la tarde de fines de septiembre con motivo de aquella abultada excursión (doscientos ojos y otros tantos oídos, más los míos). A mí, es decir, al yacimiento arqueológico, ¿qué le importa que la senda sea “reversible” si la desmesura ya está hecha y los posibles y desaprensivos viandantes pueden obrar a sus anchas a través de ella, arqueológicamente hablando?

Repara también el Sr. M en mi “Yo soy de letras”, envuelto en una frase ininteligible por inconclusa, por lo que se da la mano con el anacoluto. Exacto: de letras, soy, y aquel atardecido y septembrino contexto sociolingüístico me exigió, en aras a lo comedido y a lo sencillo (dos veces bueno) despachar tan campechanamente mi currículo universitario de tres licenciaturas y el grado, verdadero, de doctor. En aquel instante, me acordé de don Juan Manuel, el de los Cuentos del conde…, cunado dice aquello de “en las menos palabras que pueda seer”; y de los consejos de D. Quijote a Sancho, que también recordará el Sr. M –o no-, y de Baltasar Gracián…

En fin, ya basta… No obstante, quiero hacer dos observaciones muy en serio. La primera es subrayar que no ha dejado de dolerme que el Sr. M haya motejado de “rústico” varias veces en su despectivo artículo (por cierto, Sr. M, la palabra “agravante”, como siempre alude a una circunstancia, exige el género femenino) al concurrido número de excursionistas – funcionarios, algún abogado, médico (el nativo de Totanés), dos maestras, compañeros míos en algún claustro universitario y un gran fondo popular, que me encanta, pues soy de pueblo-, preocupado por el Patrimonio toledano, y el “buen hablar” es propio del hombre culto, “aunque haya nacido en Majalahonda”, cita quijotesca que, quizá, conozca el Sr. M –o no-. Y la segunda –y termino-, es que el sentir de mi artículo “Por la senda de los cinco arquitectos…” no va dirigido contra los arquitectos hacedores de la susodicha senda. Me he enterado de que uno de ellos ha muerto, por lo que pido a Dios que lo tenga en su seno. Sí contra la cantidad, cinco arquitectos, cinco, y el desmesurado coste de la senda, a todas luces innecesaria por excusada, pues esta senda, aunque con larga presencia histórica, se halla escoltada por dos señeros caminos a escasa distancia, y porque se ha hecho sin plan alguno que protegiera el yacimiento arqueológico y por las aviesas intenciones que, según los entendidos, esconde: llevar la ciudad al río. ¿A qué?

Por todo ello me quejo y “me duelo”, pues pienso que antes de poner un ladrillo más en cualquier parte de la Vega Baja, antes, repito, debería hacerse un estudio arqueológico serio, continuado, total y definitivo de todo ese histórico espacio, y valorar los resultados por los técnicos y, después, darlos a conocer a la ciudadanía. Lueguito…, que se actúe en favor de Toledo y de sus ciudadanos, preservando, claro, todo lo descubierto por los arqueólogos.

Así pues, repito, no conozco a los arquitectos de la senda, excepto a una persona; tampoco conozco al Sr. M., pero le saludo de manera cordial.

Juan José Fernández Delgado

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